Ligues esporádicos y... ¿añejos?

Desconozco qué cruel designio esté manifestandose en mi vida, pero parece axioma, ley y teorema que tenga una suerte de proporciones bíblicas para gustarle a los vijeitos.

Y de verdad, no entiendo las causas: no me visto como persona decente, ni siquiera como señorita que soy, uso tenis sucios y desparpajados y pantalones rotos, digo muchas pinches groserías al hablar, camino como chango y aún tengo pelos rosas, vaya, no soy una persona de bien de acuerdo a las buenas costumbres [jo, me acordé de algo ayer en el Metrobus].

Quizá sea mi magnética personalidad [?] o mi encantadora sonrisa [?] o mi impecable cabello planchado porque de otra forma no se acomoda con el nuevo corte [?] pero soy un imán de viejitos freaks y ayer en la noche no fue la excepción.

Como ya era tarde, mis piernas dolían gracias a que Miguel me hizo caminar y perderme y volver a caminar por C.U., para regresar a mi acogedora cama decidí tomar un taxi afuera del metro Popotla. El primero que pasó desocupado, el primero que tomé. 

Me subí tranquilamente viendo que el conductor era un viejito desos que parecen inofensivos y que escuchan a Los Panchos [hasta ese momento todo iba bien, un poco de Los Panchos no le hacen daño a nadie] pero todo empezó a preocuparme cuando me percaté que volteaba insistentemente por el retrovisor y miraba con curiosidad una paleta en forma de dedo que traía en el tablero [inserte música de Psychosis aquí].

Súbitamente, me empezó a 'hacer la plática' sobre esto, aquello, l'otro cuando llegamos al tema de la edad:

Taxista: ¿Cuántos años tiene, señorita?
LauRa: 23 años -respondí amablemente como si se tratase de mi abuelito perdido y encontrado.
Taxista: ¡Uuuuuuy! Justo como me las recetó el doctor -WTF! ¿es neta que dijo eso? sí, sí lo dijo.
LauRa: Jaja -el miedo empezó a recorrerme cada una de mis ñangas vértebras madreadas por la caminada.

Yo hice oidos sordos y desvié mi mirada a la ventana a mi derecha para insinuar que no pretendía seguir platicando después de esa incómoda manifestación de exitación, pero no contaba con que era uno desos taxistas que gustan de hablar hasta por los codos y yo tan poco elocuente bajo esas circunstancias, no me quedó de otra que darle el avión a diestra y siniestra.

Taxista: Yo siempre le digo a mi hija, que tiene más o menos su edad, que debería tener un chingo de novios, usted también debería entregarse a los placeres de la vida.
LauRa: [¡Su puta madre! ¿y ahora que hago? ¡QUIERO A MI MAMÁAAAAA! -pensé] Ah, sí verdáaa -respondí pausadamente para tratar de esconder el miedo que estaba haciendo que me quisiera aventar del taxi.
Taxista: *inserte aquí un chiste de pelos, vaginas, monjas y pueblerinas que la verdad no recuerdo porque cerré mis oídos espirituales*
LauRa: Por aquí está bien, por favor.
Taxista: Esta usté bien hermosa, ¿no quiere que la lleve más lejos? -se volteó para recibir mi dinero y mirome fijamente a los ojos.
LauRa: Nono, aquí está bien. Me da mi cambio por favor -el miedo me hace reaccionar groseramente. No me juzguen.
Taxista: ¡Que tenga buena noche y vayase con cuidado que se la pueden robar! -¿acaso me estaba amenazando? 
LauRa: Gracias. -cerré la puerta del taxi y corrí despavorida por dos cuadras hasta mi casa.

¿Mi destino será casarme con un viejito? ¿O cuando yo sea viejita me ligaré jovencitos? ¿La vida está preparandome para que cuando venga George Clooney y me diga que soy el amor de su vida, entienda que no todos los viejitos son feos y pueda entregarle mi corazón y otras cositas? Ruégole a diospadretodopoderoso y la Virgencita del Comal por que así sea.

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