Mis regresos esporádicos al blog o De cómo ser inconstante en un blog.

Debería tener más vergüenza por abandonar este blog pachiche, pero la verdad esas cosas no se las manejo. Últimamente, he perdido mis penas, y no porque sea un asunto de leer un libro de auto-ayuda con un título rimbombante [no, no puedo dejar de sentir escalofríos con esa pinche palabra] como "Las Penas con Pan Son Buenas" or so, ¡NO! sino que creo que las perdí en el metro, me las robaron en el micro mientras dormía y babeaba o simplemente de hartaron de mi y se fueron a dar la vuelta porque he hecho una de estupideces que ni diospadre.

Imagínese, usted que, en mi primer día de clases de Producción Televisiva [¡Aaaay gooooeis!], me ofrecí de voluntaria [¿desde cuándo me salió la mañita de ser voluntaria? ¡ven lo que les digo!] para que mis compañeritos de la Cámara-2 me hicieran las típicas long-shot, medium-shot y la-verga-del -muerto-shot y así familiarizarnos con las cámaras y los movimientos y demás. 

'Tons, ahí estaba paradota cual bolita de plastilina amorfa y tan divertida como huevo en salmuera, cuando la maestra pidió que las tres cámaras me enfocaran e hiciésemos un ejercicio para manejar lo que viene siendo "El Cambio de Cámaras". Júroles que ese día no había tomado diazepam, pero no sé cómo chingados terminé hablando sobre dildos, pelos y teiboleras delante de toda la clase... ¡así nomás sin tapujos! Todos se rieron de mí y yo ni me puse tantito roja como otrora.

Otro día, iba yo sentada en un camión sobre Reforma, muy tranquilita con el volumen bajito en los audífonos, sin dañar a nadie y pensando en la reproducción sexual del plancton, cuando se trepa un pelado de 1.90 y se sienta a mi lado después de sonreírme, muy coqueto él. De la nada, me empezó a hacer la plática sobre mi perfume y una cosa nos llevó a otra y terminamos hablando de relaciones sentimentales y de que él era libre como el viento y así, sin más, me dijo: "(...) es que la verdad yo soy muy caliente". 

Eso salió justo cuando hay uno de esos silencios sepulcrales a lo largo y ancho del camión. Varios voltearon a vernos y yo ni me inmuté. Seguimos platicando como si nada, me despedí muy amablemente y me levanté, pero en el camino hacia la puerta, las miradas acusadoras me siguieron hasta que me bajé del camión. Y yo no me puse tantito roja como otrora.

Después, un día regresaba temprano de la escuela y, de igual forma, venía muy tranquilita en el camión hasta que se sentó a mi lado un tipo que venía igual que yo: metidísimo en la burbuja que [Oh, thank god!] nos proporciona un iPod. Como el karma gusta de jugar con mis sentimientos, yo tuitée que el muchacho en cuestión venía haciendo air-guitar y me reí con ustedes vía tuiter y fuimos felices.

Guardé de nuevo mi celular en la bolsa de mi pantalón, pero no me di cuenta de mi estupidez de haberle picado accidentalmente el botón de "play" y ¡chíngale! desde el paradero del metro 4 Caminos, pasando por el transborde del metro Tacuba hasta el metro Camarones y las calles que recorrí hasta mi casa, el celular estuvo sonando. 

Afortunadamente no traigo conmigo mis exitosos lados B, sino puro rock y mérol y jazz y puro poder, sino sí me hubiera dado pena, pero está igual de pinche andar como naca con la música del celular a todo volumen y peor, como si no fuera suficiente traer los audífonos puestos, pero... yo ni me puse tantito roja como otrora.

Finalmente, como todos sabemos, ni mis manos ni mi cabeza se pueden estar en santa paz porque nomás se aburren y valió madres, es decir, me entran unas ganas por hacerle cambios a mi cabello y como soy bien pinche necia y experimental y la ñonga del muerto, pues agarro y me corto el cabello como puedo y esta vez no fue la excepción: ¡Regresó el felquillo vengador! Sí, ese mismo que traje algunos años *click aquí por si no recuerda*. Bendita sea la virgencita de las trenzas porque no hice lo mismo con el resto de mi cabello.

Y así, después de andar autoquemándome aquí como ya es costumbre, pídoles, desde el fondo de mi corazón arrítmico y pachiche y fumador y así, como servicio a la comunidad al puro estilo del Canal 5: No sean cabrones y ayúdenme a buscar mis vergüenzas y mis penas. 

Me da miedo que al rato ande como loquita desnuda por la calle y yo ni me inmute o me ande besuqueando en los pastos de la escuela con algún pendejo así como si nada o que en el próximo programa de Producción Televisiva [¡Aaaaay, gooooeis!] se me salgan unos albures y chistes subidos de tonos al estar hablando del vermicelli o algo. Esas cosas no son de señoritas y hacen llorar al niño dios.


Digo, de compas ayúdenme ¿no? Mínimo para venir más seguido a escribir por acá.

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