Acosos y demandas

Así como La Risa en Vacaciones tiene mil millones de partes y en todas te ríes [o por lo menos haces cara de fuchi de tan kitsch que son], pues ídem es la cantidad de veces que mi pasado regresa a recordarme personas o situaciones y las mismas reacciones me provocan.

Hoy en la tarde, mientras caminaba a mi casa después de clases, iba yo muy en la pendeja cuando me encontré al maestro que me acosaba en aquel semestre que se me ocurrió estudiar Derecho en una escuela particular. Como la última vez que me lo topé de frente, gritoneome como loco [calma, chavitos, a su tiempo les contaré esa emocionante aventura] pus yo me hice goeis, volteé la mirada hacia el firmamento y caminé como si trajera un cohete en la cola.

Ese profesor se llamaba Armando*, nosotros le decíamos El Loco y daba la clase de Historia del Derecho Mexicano. Desde que hizo el examen diagnóstico reglamentario al principio de semestre para ver qué tan pinches perdidos estábamos, empezó a ubicarme porque fui la que tuvo una de las calificaciones más altas [como era bien ñoña y me sabía la mayoría de las respuestas], ergo, empezó el acoso. Todo parecía normal: Era de esos profesores buen pedo, con los que platicas chido, te llevas bien, bromeas sobre ir a echar unas chelas. Relax, el goeis.

Apenas llevábamos un par de semanas de clase, cuando empezó la cumplidera de años. Una tipa organizó una fiesta por su cumpleaños en un bar cerca del metro Cuahutémoc [no, no era La Hija de los Apaches, no sea usted ignorante] y, "como estaba chava y se le hizo fácil", la muy pendeja invitó al maestro aprovechándose de que era "buena onda y cero acartonado" [como suelen ser los educadores de esa carrera].

Como sabemos a la perfección, siempre he tenido mayor facilidad para tener más amigos del sexo masculino que del femenino y, en esta carrera, no fue la excepción. Ese día de la fiesta de la fulanita, llegué rodeada de 4 muchachotes fuertotes que eran mi círculo más íntimo. El profesor ya estaba ahí empinando el codo y para nuestra desgracia, nos sentaron en frente de él que ya estaba agarrando tono para decir una sarta de babosadas típicas de cualquier borracho en La Hora Feliz.

Evidentemente, quien tuvo que fumarse la bola de incoherencias que escupía a la menor provocación, fui yo. Como mis amigos eran harto inteligentes [no, la neta es que estaban sobrios como yo] empezaron a hacerme burla con el pinche borrachito... pero siempre he sido muy escéptica ante los piropos y las insinuaciones [y más aún con los de personas que rebasan mi edad por más de 5 años], yo nomás me reía y le daba el avión.

¡Oh, error! Yo no sabía que ese pendejo viejo era de los que gustan de las mujeres difíciles [o sea, toooooooda la pinche actitud que estaba tomando en este momento] y empezó con el típico: "¡Ay, pero qué bonita e inteligente eres!"; o el asqueroso: "De ahora en adelante serás mi alumna preferida"; y la cereza del pastel: "¿Bailamos? *su pierna me da una patada por debajo de la mesa porque trataba de ser muy seducttor*". ¡Su madreeeeeee! Cuando hizo y dijo eso, casi me vomito y me echo a correr.

Afortunadamente, mis guardaespaldas, que nomás no se me despegaban por si al viejito borracho se le ocurrían cosas cochinas no dignas de mi persona, reaccionaron y me sacaron a bailar. Y bailamos y bailamos y volvimos a bailar. En esas estábamos cuando el acosador en cuestión se levantó varias veces a decirles que le dieran chance de echar unos quiebres conmigo, pero obviamente lo mandaban al carajo. El viejito estaba más que encabronado.

Llegó el momento de la noche en el que mi urgencia por liberar a mi vejiga de una fuerza maligna y opresora no pudo postergarse más y tuve que ir al baño yo solita [porque no pensaba repetir la historia de cuando otros 4 amigos me metieron al baño de niños porque la fila de niñas era tan larga que yo ya vía la luz y, mientras ellos hacían lo suyo, yo hacía lo mismo en un retrete sin puerta. Muy caballerosos, ellos cerraron los ojos.]. En cuanto salí del baño, mi pretendiente guacalas estaba esperándome afuera con una pose muy sensual en el marco del pasillo que unía los servicios con el bar.

Obvio, yo muy estoica le pedí permiso para pasar porque mi novio [o sea, cualquiera de mis 4 acompañantes] me estaba esperando, a lo que él sólo respondió que "qué bonitos ojos, no me había dado cuenta que con este tipo de luz se te ven como verdes". Dentro de mí pensé: ¡Pus no, pendejo! ¡Esta es la primera vez que me lo encuentro afuera de la escuela, pinche imbécil"; pero por afuera sonreí con la clásica e infalible Sonrisa Chingatumadre.

¡Oh error BIS! [les digo que no acabo de meterme en una cuando ya metí las cuatro patas en otra] Eso fue el detonante para que se empezara a acercar poco a poquito. No sé cómo chingados alcanzó a verme uno de mis amigos y llegó en chinga a salvarme del borracho. Ahora sí ya no me volvieron a soltar en toda la noche. Ni cuando volví a ir al baño. Ni cuando nos fuimos de ahí y me dejaron en mi casa [por si las dudas, no "vaiga" a ser que nos siguiera y ¿pa' qué quieren?].

Conforme pasaba el tiempo, no sabía si mis calificaciones en esa materia eran por mérito propio o por el favoritismo involuntario del cual gozaba desde el día de la fiesta. Incluso en la escuela, cuando tocaba clase con ese zoquete, mis amigos se sentaban alrededor de mi para evitar que me hiciera algo que saliera de las buenas costumbres en un salón de clases. Eventualmente, uno de ellos y yo empezamos una relación de esas que no sabes ni por qué [y justamente lo menciono aquí y ahí está toda la explicación], cosa que a El Loco no le gustó y lo reprobaba en todos los exámenes.

Terminó el semestre, me salí de esa escuela para probar suerte como trotamundos y como Comunicóloga. Al viejo pendejo eventualmente lo corrieron porque descubrieron que uno de sus superpoderes era dar clases hasta la madre de pacheco y porque un par de chicas pusieron quejas de acoso [cosa que yo no hice porque tenía guaruras y no necesitaba andar de niñita lloriqueándole al director que un maestro me veía con ojitos pispiretos, 'tons me valía].

Me fui a Canadá, viví la vida loca, regresé reformada, entré a la FES Acatlán [*puaaaaag*] y un sábado en la noche que estaba libre de tareas y dispuesta a ir hasta el Oxxo de la colonia de al lado [porque en esta no tenemos dichas delicadeces] con uno de mis vecinos para surtirnos de ese néctar de los dioses hecho con cebada. Entramos al establecimiento y ¡tóoooooooomala, barbón! El Loco en carne y hueso venía hacia mi con sus víveres en los brazos mientras me apuntaba con su índice inquisidor y gritaba:

"Por tu culpa ya no tengo trabajo, apenas tengo que comer y me corrieron por que fuiste a denunciarme por acoso sexual. Pero esto no se va a quedar así, pronto te llegará un citatorio porque te voy a demandar por difamación y te va a cargar la chingada, ¡ya verás!" —todo esto en fade out mientas se alejaba del lugar y mi vecino y yo nos quedábamos viendo con caras de "WTFF! [sí, What the fucking fuck?, pues]".

Seguimos nuestro camino, compramos lo que debíamos y regresamos a la casa. El citatorio jamás llegó ni llegará. Desde entonces no lo volví a ver, hasta hoy que hice todo lo posible por evitarlo. Y salí bien librada: no hubo gritos de pena ajena en la calle, me camuflé bien entre la multitud y ando tranquila por la vida. Aunque, de cualquier manera, dudo que se hubiera acordado de mi. O si lo hizo, ya no me odia tanto.

Otro más a mi lista de Viejitos Ligados.


[Aprecien esta entrada que la hice mientras cabeceaba y dormitaba. Sólo diositosanto sabe cómo carajas nalgas le hice para despertar y agarrar el hilo y volver a dormirtar y volver a perderlo y así ad infinitum y ad nauseam].

* Es un nombre temporal [puede que sea permanente] porque no me acuerdo del nombre real. No vayan a pensar ustedes que es para resguardar su identidad o algo así bien aburrido.

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