De mi Art Decó a tu Art Decó...
Como saben (y si no, ahorita se enteran) desde hace 3 semanas vivo en Cancún porque conseguí trabajo acá y ahora construyo pirámides (la verdad no, pero suena más interesante que lo que realmente hago) y sudo como señora gorda en el metro Hidalgo en hora pico.
Desde hace una semana, mis sueños (independientemente de la temática) tienen como locación esta ciudad. Cuéntoles el último:
Soñé que la vida me sonreía de tal forma que vivía en un departamento bastante amplio de un edificio estilo Art Decó (mi reino por vivir en algo, hasta una caja de zapatos, de esa corriente) en una unidad muy mona frente al mar Caribe: cada que subía la marea, el mar alcanzaba a cubrir un poco el jardín central donde había columpios. Yo era feliz viendo todo el show desde mi balcón con una cerveza en la mano.
Entonces, ocurrióseme una maravillosa idea. Salióseme el jipsta que llevo dentro y corrí por mi cámara porque soy bien creativa, goeis (?) y, como estoy chava y se me hace fácil, decidí hacer fotografías muy artísticas (ajá) de lo bonito que se veía el jardín inundado (y pus la verdad sí, en lo onírico veía unos colores tan brillantes).
Repítoles: mi departamento era bastante grande. En lo que iba por mi cámara (para ponerme de fantocha y arrrrrrrrtística) y regresaba a mi privilegiado lugar, el patio era invadido por señoras gordas en playeras oversize y shorts diminutos cuidando a sus chamacos, chorreados y con mocos, cubiertos únicamente por sus calzones Truenito. ¡El horror, pues! ¿Qué carajos hacía toda esa gente ahí si no era una playa pública? Tan caro mi pinche departamento y ¿para qué?
Pues me encabroné y me metí con mis honores, y mi fantochez, a guardar mi cámara, cuando en la puerta de mi departamento (la cual dejaba abierta, con el mosquitero cerrado) había un señor panzón, bigotón y con sandalias con calcetines junto con un niño con los pelos como Felipito (sí, el de Mafalda) todos mojados y con una playerita de algodón mojada por andar chapoteando en la playa.
El señor panzón me decía que si le podía prestar mi baño (MI BAÑOOOOO) a su hijo que quería liberar a su intestino de los tacos que se habían comido en la mañana y que si podía rentarles un cuarto para que pasaran ahí sus vacaciones.
Indignadísima y encabronadísima le gritoneaba que mi baño no era público, pero como soy buena persona, sólo el niño podía pasar y que obviamente no le iba a rentar nada porque no era hotel. Tenía ganas de sorrajarle algo en la cabeza por lo que me había dicho, por invadir mi unidad, por arruinar mi fotografía... pero al mismo tiempo me sentía mal porque está de la mierda la desigualdad social y esas cosas bien chairas, culeras y deprimentes.
El niño salía del baño y yo iba a revisar, pero ¡ooooh! mi baño (MI BAÑOOOOO) había quedado más sucio que la mente de un zoofílico necrófilo y no sabía si contribuir con la suciedad vomitando o contratar a alguien más para que limpiara las gracias del pinche mocoso.
Del pinche coraje me desperté. Pero me dio aún más coraje no tener ese departamento tan hermoso. Ni me psicoanalicen. ¿Qué chingados va a saber Freud de Art Decó y mis ganas de hacer del Frontón México mi casa? NADA, les digo. Pero así como en mis sueños, en este caso, mi vista al Monumento a la Revolución se vería estropeada por los chamacos chorreados y con mocos que se bañan en las fuentes de agua puerca y tratada de dicha plaza. ¡El horror, pues!
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