Reacción retardada

Hagamos un ejercicio de imaginación: Figúrese usted, amable lector, que trabaja para una empresa en la que es la única persona de su área (en este caso, denominémosla "Área de Edición y Corrección de Estilo - Creativo - Social Media - Blogger de la empresa" para apegarnos lo mayormente posible a la realidad de la historia que les contaré) y que, modestia aparte, es un puesto que desempeña sobresalientemente.

Bajo esta línea imaginativa, figúrese usted que un día lo ponen a hacer la chamba de un pendejísimo lerdo programador que no sabe administrar su tiempo y por eso le toca ponerse a trabajar en donde usted no tiene vela en el entierro. En ese momento recuerda a Jorge Garralda y su famoso "¡No se deje!" y así de barbas les dice que nel, no es mi culpa que ese pendejo no sepa administrar su tiempo y me toque hacer algo que, en primera, ni sé porque no soy programadora y, en segunda, ni podría terminar a tiempo porque yo ya tengo bastante chamba.

Siguiendo este tenor, por pinche constestón(a) me lo mandan directito (y sin escalas) a la chingada objetando que su trabajo es ineficiente y que vale pa' pura madre. Entonces, usted recoge su dignidad y su coraje y se va a trabajar a Cancún en el ramo de la construcción de pirámides (algún día de estos les diré mi verdadero trabajo, pero hoy no porque estamos hablando de otro encabronamiento).

Sin embargo, desde unas semanas después de que salió, se enteró que habían puesto a la recepcionista (una metalera poser que gusta de Tokyo Hotel y que tiene cara de ardilla mal cogida) a hacer su chamba de Edición-y-Corrección-de-Estilo-Creativo-Social-Media-Blogger-de-la-empresa. Cuenta la leyenda que estudió Canto (o no) en una afamada (o no) escuela de música (o no) del Distrito Federal, pero que al verla tan alternativa (o no), pues decidieron decirle ¡Vas, al fin que, mínimo, sabes la diferencia entre la letra J y la letra L! y ¡sopas perico!

Recuerde, afable lector, seguimos en el ejercicio (yo les aviso cuando no): En cuanto llegó a usted la noticia de que esta lerda estaba haciendo el trabajo que usted desempeñaba, solamente atinó a soltar una sonora carcajada y a decir ¡No mamar! y continuó con su vida como si nada. Empero, tres meses después de esto, se pone a platicar con un excompañero (actual amigo —¡Hola Rodo!) de repente todo le cae como balde de agua fría.

(Aquí acaba el ejercicio) Ahora dígame: ¿Cómo se sentiría usted?

Yo me sentí ofendida, pendejeada pues. ¡Cómo es posible que una pendeja que no se fletó 4 años de una carrera, afín al puesto, sea colocada nomás porque parece alternativa y creativa pero no tiene ni puta idea de sintaxis, ortografía, gramática, redacción y, mucho menos, un léxico lo bastante amplio como para hacer textos tan chingones (verdá de dios que modestia aparte) como los que yo hacía!

¡Cómo una lerda de ese calibre va a llenar mis zapatos! ¡CÓMOOOOOOO! Y peor aún: ¡CÓMO CHINGADOS FUI TAN LERDA QUE HASTA AHORITA, HASTA ESTE REPUTO MOMENTO, TOMÉ CONSCIENCIA DEL ASUNTO! Así o más pinche lenta en la vida. Es como en esas discusiones en las que, después de cinco minutos de terminadas, se te ocurren las mejores respuestas para haber sobajado, sometido y pisoteado (con hermosas palabras, claro) a tu oponente.

Hasta me dan ganas de ir a ponerle unas patadas a la merol de dos pesos, pero al final ella no tiene la culpa (y sí porque me cae mal) o dejarle de collar las pelotas a mi exjefe porque qué pinche insulto.

No me queda más que agarrarme a putazos a mis almohadas, volver a recoger mi dignidad, bañarme con agua fría para que se me pase la ardidez que traigo y seguir construyendo pirámides en Cancún. No le deseo mal a nadie, pero ojalá los toquetéen culerísimo en el metro (a mi exjefe y a la poser pseudocreativa esa).

Reflexionen.

Comentarios

Entradas populares