Hello stranger...

Hello Pardo Bandai

La última entrada que quedó plasmada en este blog data de 2015 y "oh boy!" (espero que esto sea como andar en bicicleta porque tiene mucho que no escribo por placer). Uno pensaría que 3 años es poquito tiempo, pero poniendo en retrospectiva este lapso, siento como si hubiese entrado al programa de protección de testigos y empecé una vida completamente nueva.

Pero vámonos por partes, no hay necesidad de adelantarse al giro tan radical de mi existencia que, al final, no es como que sea una celebridad para que les importe aunque este es mi blog (abandonado y percudido) y escribo en él todo lo que se me venga en gana (o sea, ¡pffff!, como si lo monetizara).

Back to the future I

Mi regreso triunfal a la blogósfera (¡verga con la palabra dosmilera!) no ha sido más que una hermosa casualidad. Cuéntoles: hace unas semanas alguien que conocí en Tinder (sí, pequeños seres de luz, he regresado a la soltería y como me da una hueva inconmensurable salir a conocer gente en el mundo real, decidí auxiliarme de una app), resultó que este señor me agregó a WhatsApp para platicar más profundamente y vio que puse en mi nickname "Pardo Bandai" (el cual he usado desde hace mil años en todas las redes sociales).

Como me he enfocado en el mundo digital, uno pensaría que el SEO (si usted no sabe qué es eso, le dejo el link aquí) en mi vida personal-digital debería ser parte importante, pero siendo completamente sincera no es así. ¡MI SEO PERSONAL ES UN ACCIDENTE! Pardo Bandai nació como un alter ego y ¡BAM!, terminó convirtiéndose en mi marca y mi existencia, por lo que al googlearme, el señor en cuestión me encontró ipso facto. ¡EN TODOS LADOS!

Accidentes felices, como los de Bob Ross

El señor en cuestión me contó que su búsqueda había resultado fructífera y que sabía muchas cosas de mi. Ahora, una persona normal se podría freakear por el asunto del "¡nememeeeees, stalker!", pero como el señor me gusta pues obvio mi reacción se focalizó en el pinche hecho de que lo hice bien con mi SEO, a pesar de no ser intencional (googleé, fiel lector, "pardo bandai" y ¡oooooooh verá!).

Al darme cuenta de este hermoso accidente (por supuesto que yo también me googleé en ese momento) pedí ayuda a una compañera de trabajo y le indiqué que me buscara en Bing y en Google y el SEO accidental había cumplido su misión nuevamente. Probé desde diferentes IPs, dispositivos y ciudades y el resultado ha sido el mismo. Mis palabras clave han hecho su magia sin que yo siquiera lo planeara ni tuviera una estrategia bajo la manga. ¡TOMA ESO, PARDO PROFESIONAL!

Obviooooo, al darme cuenta de los resultados de la búsqueda, apareció este pedacito de internet todo mosqueado y triste. Lo abrí y comencé a leer la cantidad de pendejadas que venía a vomitar aquí otrora. Fue inevitable... la nostalgia me hizo cachitos el corazón y me puse a pensar en lo pinche triste que es tener que escribir para trabajar y no por el puro pinche gusto de hacerlo.

Después me acordé que estoy hasta el cuello de trabajo y que cuando llego a casa solo quiero morir despacito, en lugar de ponerme a escribir algo sin sentido para vaciar la cabeza después de un día pesado. Es muy asquerosa la forma en la que le hago lap dance a la adultez. No puedo ni verlos a los ojos (en sentido figurado, porque están leyendo esto a través de una pantalla y no cuenta).

Back to the future II

Hoy, mientras platicaba con una amiga, hablábamos sobre hacer contenidos fuera de la chamba a manera de desahogo (como no lo hago en mi blog... mi abuela -q.e.p.d.- diría "Farol de la calle..." -perdón abue por mi loca loca vida-) y que qué bonito sería armar un podcast, y que qué chulo sería escribir cosas bonitas y no con el marketing como mensaje subliminal y tal.

Le conté que alguna vez tenía un blog y lo disfrutaba muchísimo. Salió a colación (random: ¿qué pedo con la colación? ¿Por qué sigue existiendo si a nadie le gusta?) la anécdota de arriba. Cualquier amiga normal me habría dicho "¡nememeeeeees, stalker!", pero no solo se enfocó en hacer la búsqueda en Google y entrar a este cadáver.

Como me dio un chingo de pena verla leer esto y me sentí como cuando las mamás reciben visitas y dicen "¡Ay, disculpa el desorden!" aunque no haya ni un pedo fuera de lugar, decidí dejarla y regresar a trabajar. En la comida, me dijo que estuvo leyendo varias entradas y que le gustó cómo escribo cuando no hablo sobre tecnología y negocios digitales.

Me propuso un "negocio" que más bien es un favor (pero bueeeeh... equis, no es como que ahorita tenga 70 pesos en mi cuenta). Esta vez mi blog, así todo raído, con cucarachas ocultándose en la oscuridad del código HTML y telarañas entre párrafos, me ha abierto una puertita. Y yo, cual vil ingrata y grosera, no soy ni para darle una vuelta y escribirle algo aunque sea una entrada chiquita.

Back to the future III

Por azares del destino, la vida o Yisus-tap-dancing-crais (¡a que lo extrañaban!), estoy haciendo una maestría (esos son párrafos de otro post) en negocios digitales (porque me he vuelto evangelizadora -me caga ese término un chingo, pero pos ya estamos entrados en el tema- de la tecnología) y, como cualquier experiencia educativa, la tarea es de cajón.

Gracias a que estoy en el módulo de e-commerce, tuve que crear una tienda online para la evaluación y cuando la armé, me pidieron vincular un sitio web. Como no tengo ni un negocio en el que venda algún bien o servicio, pues se me hizo fácil vincular este vetusto blog y cobrar las piezas para canibaleo (nocierto, namás quería hacer la integración de plataformas y ver qué pasaba. No lo logré, pero no importa, después leí que eso era opcional).

Como tenía que meterle mano a los fierros de este sitio, la verdad me puse a procrastinar y nuevamente terminé leyendo entradas. Me enganché en chinga y valí verga apocalípticamente. Me dije a mi misma

"¡Ya, señora, ya! ¡Para tu mame! Sabes que quieres volver a escribir por gusto y no porque te pagan por hacerlo. Sabes que Twitter no llena el vacío existencial, que Instagram solo es para publicar tus fotos hípsters y que Facebook ya te tiene hasta la madre. ¡Escribe, chingadamadre! ¡Escribe como antes! ¡Libera tu diarrea verbal mientas miras hacia el horizonte (bueno no, porque a veces eres medio pendeja para escribir sin ver el teclado)!

Así que puse manos a la obra (¿"manos a la obra"? ¿Qué me siento? ¿Cositas?) y salió esto. Es imperativo recalcar que el estilo ha cambiado (un chingo, creo), pero tampoco esperaba cacarear como otrora porque es parte de la evolución. Pardo Bandai se ha convertido en parte de mí y yo de ella. Somos una misma y hemos cambiado y crecido juntas. Ya no podemos ser una sin la otra y esa amalgama ha trasmutado en una piña con chilito del que pica poquito.

Tampoco es como que esperara que a la primera provocación de agarrar el teclado y hacer una entrada en algo tan personal saliera la verborrea que hasta 2015 era común. Hoy en día mis desahogos mentales se disuelven en diferentes plataformas. Venir a escribir algo sin carnita o hacerlo porque es mi deber limitaría más la fluidez de este blog.

Es muy pinche difícil equilibrar eso y no prometo venir seguido acá porque ya sabemos que parezco esta canción de Daniela Romo:



Empero, mis ganas de escribir no se irán porque es una necesidad, lo siento en mi pancita. Haber hecho esta entrada me devolvió un pedacitp del amor que sentía por las letras. Chance y con un poquito más de kilómetros pedaleados en el futuro, vuelva a saber balancearme en la bici y no me parta la madre tan recio como me la he partido estos últimos 3 años. Ténganme un poco de paciencia que ya vuelvo.

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